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Tiempos duros, pero A Coruña nunca se rinde

Publicado: 24 / 07
Categoría: Fútbol

Tiempos duros, pero A Coruña nunca se rinde

Publicado: 24 / 07
Categoría: Fútbol

Empiezo este artículo horas antes de jugarnos la vida. Lo hago por la misma razón por la que empecé a escribir, para desahogarme. Como una forma de matar las horas hasta que llegue ese momento. El momento en el que el Deportivo pueda certificar su descenso a la Segunda División B. Un momento que espero que no haya llegado cuando escriba el final.

Era un jueves cualquiera, o eso pensaba yo, cuando Jorgito apareció por la puerta del Pub Avante. Yo ya lo conocía de vista, por ser el chaval con el que me cruzaba en los aledaños del estadio y también en la segunda planta de la biblioteca de la universidad, siempre con sus camisetas del Dépor. Hay pocas cosas para las que la desinhibición de un jueves a las tres y media de la mañana pueden resultar buenas, una de ellas es buscar la complicidad con cualquier hincha de tu equipo al que no te atreverías a hablarle un lunes a las siete de la tarde. Yo ya había utilizado esta técnica en alguna que otra ocasión, pero esta vez le di un giro que incluso a mí mismo me sorprendió. Le dije: “eh tú vas a Dobao”. Me explico, Dobao es quizá uno de los mejores bares del mundo. Situado en una de las paralelas cerca del estadio, es una taberna donde sirven callos, tortilla, queso del país y otros majares que uno puede compartir rodeado de viñetas humorísticas y fotos de los años gloriosos de nuestro equipo. El centro del local lo preside un escudo del Deportivo cuidadosamente pintado. Ir al estadio es una cosa y parar en Dobao es otra. Dos personas que paran en Dobao comparten una cosmovisión del mundo. Se entienden al 99,9 %. Si hacen un test de Meetic por separado, la aplicación los emparejaría seguro. Jorgito me abrazó, me preguntó mi nombre, me invitó a un licor-café y me dijo: “tenemos un sitio libre para ir en el coche el sábado. Si quieres, vente” y ahí empezó todo.

En ese viajes en coche se coció una amistad a fuego lento. Pronto el viaje empezó a importar tanto como el partido. Nos poníamos al día sobre nuestras vidas y compartíamos nuestras inquietudes. Allí fui conociendo al resto. Si conducía Jorgito sonaba Jarfaiter, El coleta o Cecilio G. Si el coche lo llevaba Eloi sonaban los Arctic Monkeys, Oasis, Miles Kane o cualquier grupo criado en un barrio periférico de Gran Bretaña. Cuando lo llevaba Balado hablábamos de la clase obrera y para ello era imprescindible que Adro estuviera para enunciar sus tesis aderezadas con abundantes pausas. Y ya si se juntaba la circunstancia de que Baña estuviera conduciendo y Xurxo fuese de copiloto, la música y las conversaciones eran imprevisibles, entre Marx y Shopenhauer, entre el skinhead reggae y el techno.

En todos estos años nos han pasado muchas cosas, algunas que ni siquiera pueden ser contadas. Marcial vivió la temporada de su vida y luego se fue a Madrid, pero sigue estando con nosotros en cada partido. Darío siempre escapa diez minutos antes. Cotro nunca falla en las ocasiones importantes. Perdimos ya no sé cuántos partidos seguidos y resucitamos. Cumplí el sueño de enseñarle a ella Dobao, las previas, el estadio y cantar juntos en la grada. Algunos van menos y otros más, vino una pandemia mundial, los resultados no acompañaron. Daba igual. A nosotros nos unía el Dépor y eso era lo único que importaba. Aprendimos a gritar de alegría y a llorar de tristeza juntos. Uno de los recuerdos más duros fue cuando bajamos a segunda y todos nos quedamos callados a la salida, llorando, mientras mirábamos para la Torre de Marathon. Yo no sé si en mi vida habré llorado con alguien muchas veces. De hecho, ni siquiera sé si ese día lloramos, pero yo lo recuerdo así. Aquel día cometimos esa incomprensible estupidez para cualquiera al que no le guste el fútbol, que es llorar por el fútbol, aunque, como diría Nacho Carretero, nosotros no llorábamos por el fútbol, llorábamos por el Dépor.

El otro día Jorgito me envió una foto por Whatsapp. Era un triángulo equilátero dibujado en un folio. En sus dos vértices superiores estaban escritas dos palabras: “familia” y “amigos”. En el vértice situado hacia abajo ponía “Dépor” y me dijo: “Cuando una se tambalea, alguna de las de arriba no va bien, o falla algo, la de abajo siempre aparece, para sujetar”. Es la definición perfecta de lo que es para nosotros el Deportivo porque va contra toda ley geométrica o matemática. El punto más ínfimo, o el que aparentemente es más insignificante, sostiene la base.

Lo que nunca pensé que pasaría, pasó. A falta de que se juegue el Deportivo-Fuenlabrada aplazado por el positivo en Covid de seis de sus jugadores, somos equipo de Segunda División B. Hemos descendido quizá de la forma más cruel, sin jugar, con la maquinaria de La Liga pasándonos por encima y burlando nuestros derechos. Demasiado incluso para un equipo acostumbrado a aguaceros, apagones, incendios y asesinatos. Nuestra historia es una lucha contra los elementos y los poderosos que nos ha salido muchas veces muy cara.

Pase lo que pase con nuestro club a partir de ahora, lo único seguro es que estamos nosotros. Solo podemos dar las gracias al Deportivo por habernos conocido. Por todas las previas, los viajes en coche, las canciones, los abrazos y los goles. Eso es para siempre y eso nadie nos lo puede quitar. Una de las cosas que más me gusta de ir a Riazor es que sé que, si me caigo, siempre habrá alguien para tenderme una mano y levantarme de entre los asientos. Hoy somos muchas manos las que no vamos a dejar al Deportivo tirado y vamos a hacer todo lo posible por levantarlo. Como decía el grupo de punk Skarmento: «Chegan tempos duros, tempos tan estranos, días que pasaran lentos e outros nos que o tempo vai pasar voando» (Llegan tiempos duros, tiempos tan extraños, días que pasarán lentos y otros en los que el tiempo va a pasar volando). El Covid nos ha impedido siquiera pelear por la permanencia y nos impide también hoy llorar mirando para nuestra Torre de Marathon. Pero esa Torre ha cuidado de nosotros todos estos años y lo hará también en el largo camino que nos queda. Que nadie dude que lucharemos, llevamos en la sangre no rendirnos nunca. A Coruña nunca se rinde.