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Mucha policía, poca Deyverson

Publicado: 06 / 02
Categoría: Fútbol

Mucha policía, poca Deyverson

Publicado: 06 / 02
Categoría: Fútbol

“Ser malos! Buenas noches colegas”, tuiteaba hace algún tiempo Pedro Sánchez. Puede sonar a burla, de hecho la patada al diccionario invita a barajar esa opción en primera instancia, pero lo cierto es que no es de extrañar la fijación del actual presidente del Gobierno por la figura del villano. Al fin y al cabo, todos nos hemos sentido atraídos en algún momento de nuestra vida por el ángel caído que se revela contra todo y todos, aquel que lucha sin descanso por su verdad, en inferioridad de condiciones y empleando, si es necesario, métodos discutibles desde el punto de vista moral. Como soy un adicto, todos y cada uno de los pensamientos que pasan por mi mente, por muy inconexos que puedan parecer, pronto son trasladados al mundo del fútbol. 

La idea de escribir este artículo germina en Arabia Saudí, más concretamente en el King Abdullah Sports City, sede de la tortuosa –y no menos polémica– final de la Supercopa de España 2019/20. Algo bueno tenía que tener el nuevo formato, ¿no? Ciñéndonos de manera exclusiva a lo ocurrido sobre el césped (pues la vergüenza extradeportiva ha sido descrita ya mucho mejor de lo que un servidor sabría hacer), un partido intenso, vibrante y no demasiado bonito, la verdad. ¿Un derbi castizo? Sí. ¿Descafeinado por el escenario? También. 

El caso es que, en los últimos compases de juego Álvaro Morata, delantero del Atlético de Madrid, cabalgaba elegante y en solitario hacia la portería de su rival ciudadano, conocido mundialmente como “el Real”. Para más inri, la meta blanca era defendida por Thibaut Courtois. ¡Cómo cambian los tiempos! El objetivo del artillero colchonero no era otro que vengar, al menos, un pedacito del alma de sus fieles, tantas veces maltratada por la todopoderosa y cruel dinastía blanca. No pudo ser. De la nada emergió la figura de Fede Valverde, un joven charrúa con las ideas claras y la puntería fina. Al suelo con el 9 del Atlético. “¡Ya está el lío armao!”.

Acto seguido las tertulias futboleras en radio y televisión no hablaban de otra cosa que no fuese el pecado capital del centrocampista uruguayo. Poco análisis y mucha bufanda. Demasiada. Una bancada tachaba al madridista poco menos que de criminal. La otra defendía con uñas y dientes a su stopper. Con las pulsaciones bajas, que es como se deben analizar estos temas, comprendí que Valverde había hecho su trabajo. Ni más ni menos. Así lo prueba el gesto cómplice de Simeone, un viejo conocido de estos lares. Había obrado sin maldad, y es precisamente esa bondad la que, por definición, le excluye del selecto club de bad boys del balompié. Pruebe suerte la próxima vez. De cualquier modo, el fútbol continúa siendo un juego de héroes y villanos.

Dadas las explicaciones pertinentes, nos sumergimos de lleno en el asunto. El propósito de estas líneas es honrar a la figura del antihéroe. Porque no todo el mundo puede ser rubio, alto y con los ojos azules. Es más, para que aquel brille con luz propia, a su lado debe haber un ratero, un tío feo, gordo y maleducado que haga el trabajo sucio. Para que exista David Beckam, debe existir también Thomas Gravesen. La belleza de bailar con la más fea y entre aspersores, como ya hiciera José Mourinho en el Camp Nou.

En un sistema que aspira a la perfección, al historial impoluto, no parece haber sitio para aquel que no encaje en el patrón del éxito, para el desposeído de virtud. Por suerte para los tuercebotas que, como yo, sabían desde bien pequeños que jamás se ganarían la vida dándole patadas a un balón, existe la figura del futbolista terrenal, humano, que se equivoca y se vuelve a equivocar. Gracias. Nos sentimos identificados con cada error porque este juego carecería de interés alguno si fuese única y exclusivamente cosa de semidioses. Merece la pena por la sangrienta entrada de Goikoetxea a Maradona, por la patada voladora de Cantoná, por la pelea entre Diogo y Luis Fabiano, por los gestos chulescos de Cristiano Ronaldo hacia una grada que no cesa de increparle o las archiconocidas trifulcas de Diego Costa. Actitudes, en muchos casos, mucho más humanas que la elegancia implícita en la conducción, cabeza erguida, de Zidane o el dribbling eléctrico de Leo Messi.

Hablando del 10 culé, quien está teniendo desde ya mucho más protagonismo del que me hubiese gustado al comenzar a escribir este texto, y repasando en el pesado archivo de sus mejores actuaciones, llega a mí el recuerdo de la que posiblemente sea su mayor obra de arte. Aquel 18 de abril de 2007 la defensa del Getafe fue testigo mudo del mejor gol del astro argentino en toda su carrera. ¡Y mira que los ha habido de bella factura! Maradoniano, o lo que es lo mismo, de otro planeta. 

En la actualidad aquel tanto quizá no habría subido al marcador, y es que los bandidos de azulón, capitaneados por Bordalás, ya no se andan con chiquitas. Este Geta encarna a la perfección las cualidades del Judas que a base de disciplina, trabajo y raza, hunde en la miseria las esperanzas del iluminado por Dios para practicar este deporte. Más aún cuando en tus filas cuentas con soldados que seguirían esta doctrina a los confines del universo conocido si fuera necesario. Entre ellos, una nueva incorporación: Deyverson Brum Silva Acosta. El ariete brasileño encarna a la perfección la filosofía bad boy. Sin ningún tipo de complejo y empleando sus mejores armas batalla con los zagueros hasta amargarles la tarde. Como debe ser. Por y para él el título de esta pieza.

Para finalizar el particular homenaje al bandido, en los últimos días hemos asistido atónitos al espectáculo de Iván Cuéllar en el Wanda Metropolitano. Una actuación única e irrepetible. Pichu no obró bien. A la vista está. Las imágenes son públicas y notorias. Lo cierto, no obstante, es que el Lega rescató un punto en el coliseo del Atlético y sigue soñando con la permanencia. En el tiempo de descuento no ocurrió nada. Ni un mísero acercamiento peligroso al área pepinera. Puede que algún día el arquero extremeño reconozca haberse equivocado (o no), mientras tanto lo único que sabemos a ciencia cierta es que logró enfocar el túnel de vestuarios con la navaja preparada en la media y la sonrisa en la boca de quien sabe que ha cumplido con su cometido.