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Mourinho no estaba muerto, estaba de parranda

Publicado: 27 / 11
Categoría: Fútbol

Mourinho no estaba muerto, estaba de parranda

Publicado: 27 / 11
Categoría: Fútbol

Mourinho ha vuelto y es algo que me gustaría celebrar porque todo el mundo lo había dado por muerto. Porque le da todo igual (como prueba, su perfil de Instagram). El sábado se enfrentaba otra vez a Guardiola y a su filosofía de juego, tan excelente, tan cuidada, tan peligrosa. El problema del ataque posicional es que es como el bombo a negras, las cadenas de oro y las exclamaciones, la línea entre el buen gusto y lo hortera es tan fina que debes tener mucho cuidado cuando las usas. El juego del City se ha vuelto aburrido, plomizo, horizontal. El del Tottenham es, sin embargo, rápido, jovial, incisivo. En los dos hay muchísimo trabajo detrás, pero solo en uno hubo resultados.

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Por otra parte, me gustaría saber si Bernardo Silva le ha hecho algo a sus compañeros, porque no le pasan la pelota. Está siempre descolocado. Está perdido, desorientado. Su juego me recuerda a la escena de Space Jam en la que Charles Barkley, jugador de la NBA, acude a una pista de baloncesto urbana e intenta jugar con unos adolescentes que alucinan con su presencia allí. Después de no dar ni una porque le habían “robado sus poderes”, un niño le dice “tú no eres Charles Barkley, solo eres un tipo que se le parece”. A Bernardo Silva le han robado los poderes en algún mercadillo de Valença do Minho utilizando una toalla o salsa de francesinha. Me niego a creer que Bernardo Silva sea el jugador que vimos el sábado, debió ser tan solo un tipo que se le parecía.

Al menos llegué a tiempo para ver la previa del partido. El fútbol es un lugar en el que los rituales importan mucho. Yo culpo a todos los rituales que empecé a hacer de pequeño para que el Dépor ganase, del nacimiento de mi Trastorno Obsesivo Compulsivo. Una vez me prometí a mí mismo que no perderíamos aquella final de la Intertoto contra el Marsella si no volvía a pestañear en lo que quedaba de partido. Evidentemente no tuvo ningún efecto salvo que me lloraron tanto los ojos que casi pillo una conjuntivitis. Entrar al estadio sin previa es como salir en el minuto 47 desde el banquillo. Pillar el partido empezado sin su correspondiente media hora de reportajes y comentarios con los analistas frente al césped es su equivalente.

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A mí las previas me dan tranquilidad, me relajan. Me pasó lo contrario en el Guijuelo – Deportivo del domingo. Aún me duele el estómago de la ansiedad. De la mezcla entre la mala retransmisión y el partido. Ambas resultaron letales. Puse la radio sacrificando la falsa ilusión de directo que podía darme la tele, que iba con, al menos, un minuto de retraso. Llegó un momento en que había tan poca luz en la pantalla que me recordó a cuando veía los partidos de Champions League con el Carrusel Deportivo y el Canal + codificado, que casi ni distinguía los jugadores. Tampoco había mucho que ver, para ser sinceros.

Al menos la radio me dio ánimos. Fran Cañotas, un amigo que retransmite los partidos de Tercera en la Radio Gallega entró en directo exclamando: “TENÍA QUE SER ÉL, TENÍA QUE APARECER BRAIS PEDREIRA”. Yo le escribí al minuto para darle las gracias y decirle que no estaba haciendo nada especial, que no todos los héroes llevamos capa, que algunos nos pasamos el domingo en el sofá. Al parecer el Brais Pedreira al que se refería es un jugador del Arzúa que había marcado el 1-1 ante el Fisterra, pero a mí me gusta pensar que estaba reconociendo mi sufrimiento y mi compromiso.

Porque si aguantar el 0-0 de un Guijuelo – Dépor no es compromiso, no es estar en las malas, yo ya no sé qué más me puede deparar el destino.
Salvamos el domingo viendo Gambito de Dama, que es una serie que me recuerda a algo que yo siempre quise tener: talento. Siempre quise tener un talento descomunal, sin importar en qué. Ser tan bueno en lo que fuese que el simple hecho de serlo me permitiese levantar la vista sobre el resto de cosas que son y suceden para poder distanciarme de ellas por un momento. Nick Hornby decía que en el mundo del espectáculo, a diferencia del fútbol, uno podía ser mediocre y vivir de ello, estar ahí.

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En la sociedad del espectáculo en la que vivimos nos hemos contagiado de esa mediocridad. Si uno lleva un lacito de un color, aparecerá otro con el suyo. Si uno alza una bandera, el otro levantará otra más alta, o más grande. Nos arrojamos el mundo mutuamente, como si de un bote de pintura o un arma se tratase. Los contactos han sustituido al talento, el relato a la verdad, somos muchos y poco originales, me incluyo.

Me pregunto si hoy en día no estará sucediendo lo mismo en el fútbol. No soy influencer, no voy a poner: os leo en comentarios. Solo quiero que, si habéis llegado hasta aquí, por lo menos sirva de algo. No puedo daros respuestas porque ni yo las tengo, pero quiero, deseo, que esto que escribo os haga haceros preguntas.

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