Indudablemente, la política mundial de fichajes en el fútbol ha cambiado enormemente. Cada vez los jugadores contratados por los grandes clubes son más jóvenes, y las cifras que se pagan por estos eran inimaginables hace no tantos años. Lejos quedan los 27 millones de euros que el FC Barcelona puso encima de la mesa por Ronaldinho o el Liverpool por Luis Suárez.
Hoy en día, un adolescente con talento que ha jugado una temporada en la primera división de una liga “menor” –menos competitiva que las cinco grandes ligas europeas– puede ser visto como una potencial estrella mundial y el jugador franquicia de un equipo “top” europeo.
Un claro ejemplo de esta nueva filosofía de contrataciones es el Real Madrid, con especial foco en el mercado brasileño y el fichaje de activos como Vinicius, Rodrygo o Reinier. Tras estos jóvenes hay un gran trabajo de scouting de los ojeadores del club blanco. Si bien es cierto que la apuesta es arriesgada, el posible beneficio futuro es superior a los 30-45 millones invertidos en estas perlas, ya que, si consiguen consagrarse en el primer plano futbolístico, su valor crece exponencialmente debido a su juventud.
El conjunto madridista es uno de los grandes protagonistas de los mercados veraniegos, y se mantienen fieles desde hace años a sus planes de adquisición de talento precoz. Claros son los casos de Marcelo o Casemiro, que con creces han superado las expectativas generadas y han demostrado ser estrellas mundiales. Su presidente, Florentino Pérez, defiende que en el mercado actual es imposible competir con “clubes estado” que cuentan con capital de países árabes, como PSG o Manchester City.
Un paso clave para que estos jóvenes alcancen las expectativas que se tienen depositadas en ellos es la correcta adaptación al nuevo ecosistema. Independientemente de la fuerza mental de los jugadores, es complicado dejar tu vida y empezar de 0 a 7.000 kilómetros de donde creciste casi sin haber pasado completamente la pubertad. Es por ello que los clubes tratan de crear las condiciones idóneas para que se acomoden de la forma más orgánica y fluida posible.
Una de las principales barreras es el idioma, por lo que los equipos se encargan de que aprendan castellano desde antes de venir a vivir a España. Del mismo modo, para acostumbrarse al diferente tipo de juego europeo, es habitual que debuten con el equipo filial antes de dar el salto a la primera plantilla. Tampoco se cierra la puerta a una cesión a un equipo de menor nivel, en el que las promesas tengan minutos de titulares y continúen con su desarrollo. Al fin y al cabo, lo que se busca es tratar de liberarles de la presión que crean los medios poniendo su foco mediático sobre ellos.
Por otro lado está la visión del club vendedor, que se ve incapaz de retener a las joyas de su cantera durante mucho tiempo. A pesar de que se sientan los colores, para todo futbolista es un sueño dar el salto a Europa, y más si lo hace a un gran club. En numerosas ocasiones, este salto se realiza de la mano de un equipo de nivel alto de una liga menor, sin la presión que puede acarrear el fichaje por un equipo top. Benfica, Oporto o Ajax son algunos de los mayores importadores de talento al viejo continente. En estos “equipos trampolín” se dan a conocer al gran público gran cantidad de futbolistas que acaban jugando en Manchester, Munich, Turín o París.
En conclusión, es simple cuestión de tiempo comprobar si los jugadores con un techo altísimo rentabilizan la inversión que los clubes realizan por ellos. A pesar de esto, no hay que caer en el error de perder la paciencia con ellos ni tirarse de los pelos porque no sean piezas clave en sus equipos. Para sus clubes, suponen activos a largo plazo que, con el correcto desarrollo, pueden llegar a ser estrellas de calibre mundial. A nosotros, como espectadores, sólo nos queda disfrutar de ellos al máximo y ver cómo progresan –o no– pasito a pasito.