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El sentimiento colectivo del fútbol: la intersubjetividad

Publicado: 04 / 05
Categoría: Fútbol

El sentimiento colectivo del fútbol: la intersubjetividad

Publicado: 04 / 05
Categoría: Fútbol

Hace unos días Víctor Mollejo, jugador del Mallorca y ex-jugador del Deportivo, subía una historia a su Instagram recordando que hace un año se había consagrado en su barrio de A Coruña como DJ (de hecho, siendo su aportación como jugador muy considerable durante la temporada pasada, su aportación como DJ fue lo que podríamos llamar excelsa). En el vídeo se veía cómo las luces de los edificios situados en frente de la casa del madrileño se encendían y apagaban al ritmo de Tusa, de Karol G. La verdad es que es espectáculo requería de una coordinación que tiene su mérito, pero sobre todo requería de una voluntad colectiva que, un año después, no vemos por ninguna parte. El cansancio ha podido con nosotros y lo que ahora reina en el ejército alineado de ventanas que cubren las fachadas de los edificios es una extraña mezcla de silencio o exceso de ruido, de claustro o fiesta clandestina, de cuadro psiquiátrico o resignación monacal.

Hace un año estábamos separados, pero juntos. Hace un año el mundo se había parado, pero seguía en movimiento. Pasaban cosas. No sé, es extraño, cuando nos confinaron tenía la sensación de que estábamos todos en la misma casa, pero en distintas habitaciones separadas por puertas y ventanas. Tenía la sensación de que todos estábamos a una y ahora tengo la sensación de que, con menos restricciones, estamos definitivamente aislados. No tanto físicamente, como a nivel emocional.

El fútbol se ha contagiado un poco de esto. Es verdad que nunca nos entusiasmó la idea de que los partidos se celebrasen sin público, pero al menos habíamos aceptado que eran un mal menor y que había que adaptarse, que, aunque no estuviésemos físicamente en el campo, sí que estábamos allí, pendientes de lo que ocurría, comentándolo en grupos de WhatsApp o haciendo videollamadas durante el partido. Sin embargo, hemos abandonado también ese compromiso. Cada vez los partidos son más fríos y la esperanza de regresar al estadio más lejana. Las dos finales de Copa del Rey entre Real Sociedad y Barcelona contra Athletic se han celebrado finalmente sin público y, por mucho que pongamos de nuestra parte por verlo como una final, el ambiente dista mucho de serlo realmente.

Uno de los mayores atractivos que siempre ha tenido y sigue teniendo el fútbol para mí es la intersubjetividad de la experiencia en un partido de fútbol. El concepto de intersubjetividad es el reconocimiento del otro a través de la experiencia, un concepto sobre el que trabajó el filósofo alemán Edmund Husserl, principalmente. Lo intersubjetivo es aquello que nos conecta al otro, que compartimos con el otro desde nuestra propia conciencia. Es, en resumen, lo que hace que sea diferente ver una película solo o verla en el cine, aunque estemos acompañados de gente que, en su mayoría, ni siquiera conocemos. El cine tiene sentido porque en sus salas se comparte algo más que ver una película, se comparten emociones, se escucha reír o llorar al otro, esto hace que la experiencia gane cualitativamente por ser una experiencia colectiva y no individual.

A mí esto en el fútbol me ha pasado viendo partidos en el estadio, pero, a diferencia de en el cine, me ha pasado viéndolos a través de la televisión también. El ejemplo más claro es la final de un Mundial, en la final de un Mundial sabes que una grandísima parte de tu país está viendo el partido, te sientes acompañado de alguna forma. Da igual que la estés viendo en la última aldea de Becerreá, sabes que incluso el vecino que está a un kilómetro y medio de ti está gritando ese gol de Iniesta y se crea ese relato colectivo que te mete dentro del partido, aunque no lo hayas visto, con la pregunta “¿Dónde estabas cuando España ganó el Mundial de 2010?”. Hace unos años, durante el Mundial de Rusia, estaba trabajando de teleoperador haciendo encuestas y daba igual a quién llamase por teléfono, siempre escuchaba de fondo la retransmisión del partido que se estuviese emitiendo en ese momento. A mí aquello me hizo trabajar mucho más a gusto, me daba una sensación de tranquilidad tremenda. Tenía la misma sensación que durante los primeros días de confinamiento, sentía que existía menos distancia entre yo y esos desconocidos, como si estuviese llamando de una habitación a otra de una casa muy grande.

Estos días me ha pasado algo curioso. Al regreso de un intermedio del Debate de la Isla de las Tentaciones irrumpieron en el plató dos chicos que se hacían llamar Funzo y Baby Loud y cantaron una canción llamada “Joven para siempre”. La primera vez que la escuché me horrorizó, la letra me parecía lamentable, no sabía por dónde cogerla, pero pasó algo y a los dos días me acordé de ella y la busqué en Spotify. No sé por qué me gusta, pero me encanta. No puedo parar de escucharla y tengo la sensación de que es porque en esa canción hay vida detrás, aunque no sea la vida que a mí me gusta, pero la hay. Me transmite la sensación de que hay algo en ella de niño que baja a jugar con la pelota desgastada y se pasa la tarde jugando al “Rey de la pista”, de chulo que regatea a todos y marca un gol pegadito a la chaqueta que simboliza el palo de la portería, de partido en el que empiezas jugando de portero y te vas cambiando hasta hacerlo de delantero centro. Hay algo ahí que me recuerda a la sonrisa de Ronaldinho, descarada y traviesa, o es que hemos envejecido tanto en este año que uno ya ve más nítidos los recuerdos que los sueños.

Al final nuestra vida no es menos frágil que el comercio internacional, tan aparentemente imparable que no se frenó ni con la pandemia. Un día llega un buque y bloquea la fina línea que une las dos partes del mundo y dependemos de una excavadora diminuta para desbloquear el aislamiento como pasó en el Canal de Suez. Y así, nuestra rutina, nuestra vida, se colapsa y se desune con un virus. El fútbol entonces es esa miniexcavadora, algo nimio, diminuto en comparación con el problema, pero la única esperanza para devolvernos algo de lo que fuimos. El fútbol es la experiencia intersubjetiva por excelencia y solo el fútbol puede desbloquear todos los canales de Suez que permanecen cortados entre nosotros.

Decía Gorgias, citado por Plutarco y citado de nuevo por Javier Cercas que “La poesía (toda la ficción) es un engaño en el que quien engaña es más honesto que quien no engaña y quien se deja engañar es más sabio que quien no se deja engañar”. Puede que el fútbol, al final, sólo sea un juego o, incluso, un engaño enorme, pero es un engaño en el que el que se deja engañar está menos solo que el que no lo hace.