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El inevitable paso del tiempo: fútbol en la radio, Twitch y ser boomer

Publicado: 15 / 07
Categoría: Fútbol

El inevitable paso del tiempo: fútbol en la radio, Twitch y ser boomer

Publicado: 15 / 07
Categoría: Fútbol

Este Julio se despedía de la radio Jose Ramón de la Morena, una voz con la que muchos empezamos a vivir el fútbol en las madrugadas de partido o en aquellas aburridas noches entre semana en las que robábamos la radio del salón de nuestra casa para colocarla a escondidas debajo de la almohada. Varias veces mi padre se marchó a dormir pensando que desde mi habitación se escuchaba hablar a los vecinos de abajo, cuando en realidad lo que se escuchaba era la discusión que estaba aconteciendo en El Sanedrín sobre el rendimiento de Beckham en el Real Madrid o sobre si el Dépor lograría pasar a la final de Champions.

Y es que ahora que todo el mundo está a vueltas con la melatonina y los comprimidos para dormir, en mi familia llevamos años disfrutando de las propiedades terapéuticas del periodismo deportivo de madrugada, una tradición que conocí un día que me tocó dormir con mi primo Alejandro en casa de mis abuelos. Mi primo Carlos ya la había abanderado como buen primo mayor y Víctor la había perfeccionado en el turno de noche de su trabajo, seguramente todos heredándola de mi abuelo, que además tenía la costumbre de escuchar la radio a un volumen equiparable al del camión de la Panorama, la orquesta más grande de Galicia. En mi familia las nanas eran goles o rumores de fichajes veraniegos.

Precisamente sobre la encarnizada guerra del periodismo deportivo en la radio va la serie “Reyes de la Noche”, estrenada hace unos meses por Movistar+ y que funciona como hipérbole de la batalla librada en las ondas por Jose María García y Jose Ramón de la Morena. El primero, un todopoderoso locutor que hegemonizaba las noches de la radio y el segundo un joven que pretendía cambiar la forma de hacer periodismo deportivo. Si no la habéis visto, no sé qué hacéis leyendo esta mierda de artículo en vez de poneros a verla ya mismo.

La serie necesita de ese ritmo frenético que sin duda tiene porque todos sabemos ya cómo acaba la historia. El joven De la Morena arrebata la hegemonía a García y se convierte él en el rival a batir por Juanma Castaño, que le gana la partida y, ahora, será el blanco ya no solo de otros periodistas, sino de otros medios como son YouTube, Twitch o los podcasts. La lucha por el poder de comunicar y hacer valer un relato determinado de la realidad no tiene pinta de acabarse de momento. Tarde o temprano los nuevos ocuparán el sitio de los viejos bajo el mismo pretexto que estos utilizaron para llegar a él: cambiar las cosas. Una misión, quizá, un poco grandilocuente para unos tipos que no hacen nada que no esté ya inventado, ponerse delante de un micrófono y hablar. Os haré un spoiler: las cosas, en el fondo, no van cambiar.

Cada generación necesita su Mayo del 68 particular, real o simbólico, con el que sentir que están escribiendo la historia. Otro buen ejemplo audiovisual es la película Cruella (repito lo mismo, dejad ya este maldito artículo e id al cine corriendo a verla), la precuela que Disney ha hecho de 101 Dálmatas, en la que el fútbol aparece a través de uno de los personajes, acérrimo fan de Tottenham. El filme no es más que un homenaje, a través de la industria de la moda y la música, al punk. Malcom McLaren, el cerebro que había tras la imagen de los Sex Pistols, se me aparece durante toda la película como un fantasma que maneja los hilos del nacimiento de Cruella de Vil. No deja de ser curioso como algo tan rompedor en todos los sentidos como el punk es ahora el referente simbólico para explicar un personaje de Disney. Habrá quién recurra a aquella frase de una canción de los Crass que dice que el punk está muerto. Lo está, sí, aunque yo me pregunto si alguna vez estuvo vivo o nació ya enterrado y con el ‘No Future’ esculpido en la lápida.

Con el motivo del macrobrote de Coronavirus de Mallorca que ha afectado a, al menos, 1.800 jóvenes en estas últimas semanas he escuchado a mucha gente de mi edad (rondando o pasando ya la treintena) este argumento que ya empieza a sonar a clásico de “no criminalicemos a la juventud, que nosotros hemos sido como ellos”. Nada me parece más cruel con una generación que esta actitud, para empezar porque convierte a estos chicos en irresponsables crónicos, algo en lo que ya nos han convertido a nosotros y, para seguir, porque si los de la treintena no asumimos ya que estamos pasados de moda y, por tanto, negamos todo lo que venga detrás de una forma inevitablemente moralista, vamos a dejar a las generaciones posteriores sin un muro de Berlín que tirar, sin una plaza en la que acampar y sin un locutor de radio al que relegar a la jubilación. Digo yo que esa gente tendrá su derecho a luchar contra algo, aunque ese algo seamos, precisamente, nosotros.