Hace unos días me salió el directo que David Guetta dio en el Louvre el día de fin de año para ver en YouTube. Es probablemente una de las cosas más tristes que he visto en mi vida. Un David Guetta visiblemente deteriorado, con el pelo corto y una chaqueta de cuero y borreguillo pinchando para nadie y diciendo lemas propios de libros de autoayuda en plan “ALL PEOPLE UNITED LOVE PEACE MUSIC” entre unas luces más propias de Ocean’s Eleven que de otra cosa. No sé cómo ha sucedido, pero se ha convertido en la imagen de la decadencia mundial, pasando de ser el símbolo del éxito, la juventud y la popularidad, el DJ de moda que metía miles de personas en estadios a parecer un DJ de provincias del último bar de carretera que pone música siempre para los mismos borrachos y grita solo para animarlos. David Guetta es todos nosotros en este momento.
Ese vídeo es la contrapartida exacta de otro en el que un Guetta emocionadísimo (vamos a dejarlo ahí) pincha en la ceremonia inaugural de la Euro 2016 en Francia e invita a Zara Larsson para que cante el tema principal de la competición, “This one’s for you”. Todo esto metido en una especie de tiovivo y rodeado de no sé cuántos bailarines y balarinas y de un decorado que cubría todo el césped del Stade de France, un estadio repleto, lleno hasta los topes de gente venida de todo el mundo que bebía cerveza por litros y llevaba las banderas de sus países pintadas en la cara. La canción es prácticamente inmejorable, y lo digo en serio. A nivel musical es un tema de EDM/POP pegadizo y el mensaje emocionaría hasta a una mitocondria: da igual el lugar o el momento, la clase, la raza y las capacidades de cada uno, el fútbol representa la unión de todos y es una fiesta en la que solo importa divertirse. El estribillo dice: «We’re in this together, hear our hearts beat together, we stand strong together, we’re in this forever«. Es que hay que estar muy muerto por dentro para no comprar ese discurso al igual que hay que ser muy listo para hacer una canción en la que la rima es together con together y que tenga 269 millones de reproducciones en YouTube.
El broche final de la ceremonia era que, al final de la canción, una Torre Eiffel gigante se alzaba sobre David y Larsson antes del último estribillo. Si estamos de acuerdo en que el fútbol y la música se han usado desde siempre como instrumento para realzar los diferentes sentimientos nacionales, estaremos de acuerdo también en que la nación francesa le debe más a David Guetta que a Napoleón Bonaparte, Zinedine Zidane, Victor Hugo, Simone de Beauvoir, Charles De Gaulle, Julio Verne y Marion Cotillard juntos. En ese momento, antes de que los Lloris, Kanté, Pogba, Greizman, Giroud, etc, salten al campo, con esa canción sonando y con esa Torre Eiffel de gomaespuma alzándose sobre el círculo central todos querríamos ser franceses por un instante.
En realidad, lo que David Guetta está viviendo, lo que el fútbol está viviendo, lo que todos estamos viviendo es una resaca, la peor resaca de nuestras vidas (y esto en el caso de Guetta es mucho decir). La típica resaca en la que prometes que no volverás a beber, que no volverás a salir, que admites tus errores, que se han acabado los excesos, que de esta has aprendido. ¿Os suena? Se parece a los que muchos dijeron hace casi un año, en marzo de 2020 durante la cuarentena, cuando hicimos el voto colectivo de no repetir los errores del pasado y cuidar de los demás porque sabíamos que era la mejor forma de cuidarnos a nosotros mismos. Quizá este año se nos haya hecho tan largo que lo dicho en marzo ya se nos ha olvidado o quizá hemos descubierto que cambiar es siempre más difícil que prometer que vamos a cambiar.
La tercera ola de esta pandemia va camino de ser tan dura como la primera con la salvedad de que esta vez se nos había advertido del peligro. En estos últimos meses he podido ver de cerca (todo lo cerca que permiten los grupos de Whatsapp y el distanciamiento social) como la gente buscaba excusas, reinterpretaba normas o directamente tenía una actitud infantil ante ellas más propia de un adolescente que hace pellas que de un ciudadano con mayoría de edad en el sentido Kantiano de la expresión. Incluso he escuchado, para mi asombro, defender esto como “actos de rebeldía” de la gente. Esta es la típica rebeldía que acaba con un tipo como Trump gobernando un país. Este argumentario tiene su réplica en los que defienden el machismo en el humor, por ejemplo, como un tipo de incorrección política. Nada más lejos de la realidad, la rebeldía es patrimonio de los que defienden el bien común, no de los lobos con piel de cordero que protegen sus privilegios fingiendo penalti cuando ven que pueden perderlos.
En el fútbol llevamos el mismo camino. En Inglaterra, United y Liverpool idearon el Project Big Picture, un plan que aparentemente ayudaría al fútbol modesto pero que en realidad pretendía seguir acumulando poder para los grandes clubes ingleses que ya dominan la liga, y en todo Europa se planea ya la creación de una Superliga europea que reúna a los equipos más poderosos con el fin de acaparar toda la atención mediática y, por tanto, aumentar los ingresos.
Mientras tanto, la UEFA sigue manteniendo la celebración de su Euro 2020 para este verano, una Eurocopa que no será en sede única, sino que tendrá diferentes sedes repartidas por el continente, con lo que eso implica a nivel ambiental (más vuelos, más emisiones, más residuos). El plan sigue siendo aplazar la vida que tuvimos, no replantearnos la vida que tendremos.
Tengo la impresión de que el mundo ahora mismo está en las ocho de la tarde. Ese momento en que la culpa ya ha pasado un poco, en el que te has tomado un ibuprofeno para el dolor de cabeza y no se ha pasado y en el que recibes un mensaje al teléfono: “vamos a bajar a tomar unas cervezas, ¿vienes?”. Hemos decido que, contra la resaca, lo mejor es pillarse otra borrachera aún más gorda. A ver cómo nos levantamos mañana.