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De todo se aprende: J Balvin, Jack Grealish y Iago Iglesias

Publicado: 14 / 01
Categoría: Fútbol

De todo se aprende: J Balvin, Jack Grealish y Iago Iglesias

Publicado: 14 / 01
Categoría: Fútbol

Resulta que Spotify me ha enviado un resumen de lo que más he escuchado en 2020 y el artista que más veces he reproducido ha sido J Balvin. Ojo, J Balvin (silencio intenso)… J Balvin, eh. Si me hubiesen llamado para preguntarme qué ha sido lo que más he escuchado este año hubiera dicho cualquier otra cosa. Me las hubiera dado de Mod intenso y habría respondido que Paul Weller. No sé si en todo 2020 habré reproducido una sola canción de Paul Weller. No sé cuántos años hace que ya no escucho a Paul Weller, pero yo sigo diciendo que es lo que más escucho, porque es una forma de parecer entre anticuado e interesante y causar tanta indiferencia que nadie me puede acusar de nada.

Si me preguntasen cuál es para mí ahora mismo el jugador total, mi jugador, respondería que Jack Grealish. Jack Grealish es mi Paul Weller del fútbol. Parece interesante, creativo, un diez de los de antes con las medias bajadas. No he visto jugar a Jack Grealish vente minutos seguidos, os lo prometo. Es una pena que ninguna aplicación me vaya a decir cuál ha sido realmente mi jugador preferido este año. Intuyo que sería Cucurella, o Koundé. O peor, Uche Agbo. Nos vendría bien en el fútbol una aplicación que nos bajase los pies al suelo y nos diese un par de bofetadas de realidad, por intensitos. Una app que nos recordase que nos estamos haciendo los interesantes admirando a mediapuntas que rompen con todo, cuando en la vida real somos mediocentros defensivos, o centrales suplentes de currículim y oficina como mucho. En la vida, como en el fútbol, acaba imperando lo pragmático. Podemos comprarnos el vinilo azul transparente de Gerry Cinnamon, pero Spotify nos recuerda que reproducimos 15 veces Se Iluminaba de Ana Mena el 3 de marzo.

Hay excepciones, es cierto. Hay veces que lo pragmático y lo bohemio se cruzan, pero no nos engañemos, son eclipses y no todo el mundo está preparado para mirarlos fijamente. En el fútbol yo lo tengo claro. Hubo un jugador que admiré por encima del resto. Un jugador que lo tenía todo, creatividad y sencillez. Efectividad y fantasía. Era Iago Iglesias. Para quién no lo recuerde, Iago Iglesias jugó en el Deportivo entre el 2005 y el 2008. Procedía del Arteixo y había salido del Laracha. Llevó el número 41, pero Iago era un 10. Un 10 de estos que enamoran a la grada, que ven líneas en el campo que no ve nadie, un 10 que tiene el dedo encima del triángulo del mando para imaginar la siguiente llegada y el siguiente pase. Humilde y sencillo, por si fuera poco.

Dejó muchos goles en la red de Riazor, pero uno es inolvidable. La falta perfecta, que tiró contra el Nástic desde una esquina del área a una esquina de la portería. Recuerdo que, al día siguiente de aquel gol, puse el despertador para levantarme temprano y bajar al quiosco de mi calle el primero para comprar el Dépor Sport (Cuánto se echa de menos aquel amable “panfleto lendoirista”). La portada de Iago corriendo hacia la grada para celebrar el gol decoró mi habitación y fue lo primero que vi al despertarme durante muchos años.

Hay excepciones, es cierto, pero son un destello y es demasiado fácil olvidar lo que brilla intensamente. Existió Iago Iglesias, existieron The Homens, el grupo del que debería acordarme cada vez que me viene a la cabeza Paul Weller. The Homens son un 10. Jugones del Power-pop. Un grupo con las medias bajadas. Puede que muchas veces ni yo mismo ni mi Spotify nos acordemos de ellos, pero es cierto que me han acompañado toda mi vida, más o menos intensamente. Desde ‘Amor e non acrobacias’ a ‘Monumentos’ o la canción que pongo cada vez que asoma en mi cabeza esa idea de que ya casi tengo 30 y poco más he conseguido en la vida que acumular una lista de trabajos precarios y horas no cotizadas, ‘Hamster’.

La verdad es que esa idea me ha perseguido siempre, la del fracaso. La tenía con 12, la seguí teniendo con 20 y no creo que desaparezca a los 40, o sí, quién sabe. Esa idea me ha hecho estar en todas partes y en ninguna al mismo tiempo. Ser fugaz, efímero, dejar huecos y heridas por donde he pasado. Querer ser un destello, escribir ese texto que fuese como una falta de Iago Iglesias o como una canción de The Homens.

A riesgo de ser cursi, diría que solo el amor de verdad me salva de ese miedo al fracaso. Aunque si aparece, siempre están ahí el vídeo de YouTube con los mejores goles de Iago y The Homens, para cantarme otra vez que “as cousas non van cambiar porque corras máis, as cousas non van cambiar porque berres máis, as cousas non van cambiar porque corras máis” (las cosas no van a cambiar porque corras más, las cosas no van a cambiar porque grites más, las cosas no van a cambiar porque corras más).