Estrenamos sección acerca de todos aquellos jugadores que (posiblemente) ya no recuerdes. Porque todos tuvieron su pasado.
Corría el año 2007. En las radios de todo el mundo sonaba Sean Kingston con su ‘Beautiful girls’, y llegaba a Londres un joven de 20 años llamado Kevin Prince Boateng. De monárquico nombre, como su padre, quien siempre fue más cercano a la anarquía. Tras protagonizar un traspaso de 8 millones de euros al Hertha de Berlín, cosa que hoy en día se paga por cualquier aspirante a suplente, aterrizaba en el Tottenham como una promesa a medio largo plazo.
Pero en el fútbol sabemos que el talento y la cabeza suelen ser el equilibrio perfecto, aunque de Kevin sabemos que va sobrado de una pero de la otra es un mecha corta. Y es que el desembarco en la capital inglesa fue a lo grande, saliendo seis noches a la semana. Hitos reservados sólo para los dioses del Olimpo.
Este ritmo de vida no podía traer nada bueno. Se bebió hasta el agua del wc, se puso tonelete a base de comida basura, por no nombrar los tres coches que se compró en una semana. ¿Qué podía hacer reaccionar al bueno de KPB?
Las chicas de los clubes le querían, sus amigos le querían, los dueños de las discotecas le querían. Martin Jol dijo no. Y es que es como cuando te despiertas un lunes de enero y después de todas las vacaciones te miras al espejo y piensas, ¿qué he hecho?
Empezó de cero, entró de nuevo en los planes de Martin, pero cuando llegó Juande Ramos dejó de contar. Y así empezó el periplo de nuestro amigo, que un día se compró 200 gorras aunque lo que menos tenía era cabeza.
