Era el verano de 1996 y esperando ver las gestas en Atlanta de los nuestros, se consumaban dos hitos desde nuestro país. El primero es el romance de Iñaki Urdangarín con la Infanta y el que nos ocupa hoy el ascenso del equipo de Almendralejo a la liga de las estrellas: el CF Extremadura. Que se colaba en la élite del balón con una ciudad de apenas 26.000 habitantes, en lo que fue un ascenso meteórico desde la 3ª división a 1ª en tan sólo seis años.
En ese equipo entrañable que nos despertó tanta ternura destacaban jugadores hechos a sí mismos en los campos de arena de donde nace el fútbol más primitivo. El central de cejas prominentes o también conocido por el «tarzán de Torremejía»,Félix; o el virtuoso centrocampista Ito, que llegó a ser internacional con España. Pero nuestro hombre es Pedro José.
Llegó a nuestras vidas ese verano de 1996. Los cromos de la liga o la guía Marca eran nuestras biblias. Objetos de culto dignos del estudio más intenso. Digamos que nuestro amigo no era un virtuoso con el esférico en los pies, pero si un expeditivo centrocampista de los que hacen la raya. O pasa el balón o el jugador, no cabe otra opción. Su estética noventas, no lo vamos a ocultar, nos cautivó. Y es que nos recuerda a ese fútbol de antaño, tantos recuerdos que nos sacan una sonrisa.
Ese fútbol donde no sabías si Pedro José era centrocampista de primera división o el fontanero de tu barrio. Esas camisas extravagantes, esas alopecias prominentes. Y es que el fútbol contemporáneo nos ha quitado ese halo místico de los 90. El rudo «Perico», como se le conocía en el vestuario del Francisco de la Hera, jugó 24 temporadas entre varios equipos de Extremadura. Y acabó su carrera a los 42 años. A partir de esos años, el fútbol cambió. No seré yo quien diga a mejor o peor, pero nadie le quitará a Almendralejo la alegría de aquellas dos temporadas en la liga de las estrellas.