“Dices que vas a volver /dices no lo vuelvo a hacer / eres tan bueno al hablar / y tan malo para amar / no me vuelves a engañar” 11 Razones, Aitana
Hay una maldición inglesa que dice: “ojalá vivas tiempos interesantes”. Fino humor británico, desearle a alguien que viva tiempos interesantes no es más que empujarle a un tiempo en que el mundo que conoce se está convirtiendo en ruinas. La semana pasada estalló la bomba de la Superliga y el mundo del fútbol vivió una batalla sin precedentes en la que los bandos se multiplicaban por horas. Todo sucedió tan rápido que no hubo tiempo ni para analizar lo que pasaba. De lo poco bueno que tienen los “tiempos interesantes” es que, al menos, son propicios a la literatura.
Yo tengo que confesar que el vértigo que me golpeó durante las 48 horas de vida de la Superliga me ató los nudillos y me impidió escribir algo mínimamente coherente. Y es que ser reportero de guerra no es un oficio para todo el mundo. Enric González, el autor de ‘Historias del Calcio’, la Capilla Sixtina del relato futbolístico, huyó de la guerra por incapacidad para convivir con ella, estuvo a punto de dejarlo todo y acabó siendo el referente que es hoy en día. Los hay que escribimos mejor en pasado que en presente. Por eso voy a intentar explicar por qué solo en 48 horas el fútbol pasó de caerse a pedazos a ser “salvado” por una afición británica que se reveló contra su propia maldición y se negó a vivir tiempos interesantes.
1. El Chelsea guiando al pueblo
La rápida respuesta de los aficionados ingleses ha sido determinante en el abandono de los equipos de este país del proyecto de la Superliga. Los seis equipos abandonaron, casi en bloque, el proyecto solo 24 horas después de haberlo iniciado. Las escenas que vimos antes del partido del Chelsea, con los aficionados tratando de impedir el acceso al campo de su propio equipo, fueron una demostración de lo lejos que podía llegar el rechazo de los aficionados. Desgraciadamente no vimos la misma respuesta, o no tan inmediata, ni en España ni en Italia.
2. A traición, pero a destiempo
El proyecto de la Superliga se presentó con los estadios vacíos y con las restricciones por el Covid vigentes. Esto impediría que un gran número de clubes y aficiones protestaran en el lugar más peligroso para ellos, los estadios y las retransmisiones en directo. Sin embargo, justo en el Reino Unido, estas restricciones se habían relajado hacía un par de semanas, lo que pudo ayudar a que las protestas de aficionados, como las del Chelsea, que ya he nombrado, se pudiesen producir.
3. Corrupción sistemática
El único dirigente que ha salido a dar la cara por el proyecto en los medios de comunicación y que se ha erigido presidente del mismo ha sido Florentino Pérez, en las múltiples entrevistas que ha dado nos ha dejado frases de las que la mayoría estaríamos muy poco orgullosos, acusando a los equipos modestos de ganar dinero (¿Acaso no es legítimo que una empresa privada gane dinero?) y reprochando que los grandes muestran pérdidas (¿la gracia del libre mercado no es que cada uno gestione su empresa lo mejor posible?). Seamos sinceros, cambiar las reglas del juego cuando vas perdiendo es corrupción y la razón por la cual Florentino ha salido tan alegremente a explicarla es que en España tenemos tan asumidos este tipo de comportamientos que ni siquiera nos ruborizan.
4. La sociedad del mérito
Cuando surgió el 15-M, uno de los argumentos más potentes que evidenciaban una crisis del sistema era que jóvenes con estudios superiores tenían que emigrar al extranjero a desempeñar trabajos precarios y sin cualificación, el imaginario de ingenieros de caminos limpiando retretes en Liverpool atentaba directamente contra una cuestión que vertebra y cohesiona nuestro mundo: la meritocracia. El hecho de que los 12 fundadores y otros tres equipos fuesen a permanecer en la competición independientemente de sus resultados deportivos escandalizó a todo el mundo, incluso a aquellos más favorables a la competición. Atentar contra la meritocracia es atentar contra la única esperanza de movilidad social de la mayoría de la población. Es atentar contra el fútbol, porque el fútbol sobrevive gracias a la esperanza de que el trabajo te puede llevar a los lugares que sueñas.
5. La razón de ser de Europa
Fundar un proyecto europeo sin Francia y Alemania es una misión casi imposible. De hecho, es casi un ataque a la soberanía de estos países. España e Italia son dos países del sur de Europa, con todo lo que esto implica, e Inglaterra ya no pertenece a la Unión. El himno de la Champions League está en tres idiomas: francés, alemán e inglés. La propia construcción de Europa se ha cimentado sobre la unión estratégica de alemanes y franceses. Culturalmente, Europa germina en un híbrido de la Ilustración francesa de Diderot y la alemana de Kant. Los clubes alemanes y franceses nunca estuvieron dentro del proyecto. Por dos razones fundamentales: el PSG tiene una relación muy directa con la UEFA y el fútbol alemán tiene mecanismos de control que van en dirección contraria al proyecto. En Alemania el aficionado tiene un peso como en casi ningún otro lugar, es la Liga que más gente congrega en sus estadios y los clubes funcionan sobre un sistema de propiedad que impide que grandes fondos de inversión controlen la mitad más una de sus acciones.
6. Inglaterra, un sí pero no histórico
Podemos pensar que el Brexit ha sido un calentón de la sociedad británica, pero lo cierto es que el Reino Unido nunca entró del todo en el proyecto político de Europa. Ya cuando pertenecían a la Unión, estos mantenían su propia moneda y un dominio sobre el territorio que no se ceñía estrictamente a lo que es el Espacio Schengen. Sólo un equipo inglés, el Manchester United, entró plenamente convencido al proyecto, el resto fueron arrastrados e incluso muchos de ellos entraron con serias dudas. Cuando uno no toma una decisión convencido, o lo hace directamente condicionado, es muy probable que se acabe echando a un lado.
7. ¿Te vienes?
Esto no ha pasado solo con los equipos británicos, ha trascendido que al Atlético de Madrid se le llamó para ofrecerle un ultimátum: o te unes o llamamos a otro. Situaciones como esta evidencian que el proyecto funcionaba a dos velocidades, entre clubes muy interesados en el mismo y clubes que, simplemente, no querían quedarse atrás, por si funcionaba. Estos clubes han sido los primeros en abandonar el barco, dejando entrever una serie de coacciones y comportamientos más propios de la camorra que de una asociación libre de clubes o, peor aún, una suerte de radiopatio con corrillos entre clubes y asociaciones. El jueves anterior al anuncio del proyecto, Tebas come con Joan Laporta, recientemente elegido presidente del Barça y este le advierte que la cosa va en serio. El presidente de LaLiga llama a Ceferín y empieza la guerra. Otro cruce de llamadas entre Agnelli, de la Juventus y Ceferín, (recordemos que el presidente de la UEFA es padrino de la hija pequeña del de la Juve) tensa aún más las cosas. Una pena que no haya grabaciones de todo, Camela hubiese hecho un videoclip excelente.
8. Los derechos fantasma
Jaime Roures, presidente y fundador de Mediapro, la productora que se dedica a la producción del fútbol en España a día de hoy, afirmó hace unos días en el Diario As que los fundadores del proyecto no habían contactado con ninguna productora y que Amazon, que se sospechaba que podría estar interesada en el mismo, ya había descartado esa posibilidad. Si un proyecto nace sobre la base de que generará más dinero en derechos televisivos, pero nadie está dispuesto a pagar esos derechos, es un farol. Lo cierto es que llama mucho la atención que un grupo de personas con tanto poder y tan bien asesorados no hayan previsto cosas tan evidentes como que el mercado de los derechos pretende negociar a la baja todas las competiciones, sí o sí.
9. Las revoluciones existen solo a ojos de la historia
Es complicado que un intento tan agresivo de erigirse en amos y señores del fútbol triunfe. Las revoluciones solo existen a ojos de la historia, lo que pasa en la realidad es que se dan procesos revolucionarios. Así sucede en las revoluciones liberales, como en todas las revoluciones industriales de la historia, y en las socialistas, como la rusa o la china. Todas las revoluciones requieren de un proceso mucho más largo y de una lucha de fuerzas antagónicas que no suele decantarse de ninguno de los dos lados de forma rotunda.
10. El chico rubio está muy subidito
El gobierno inglés no titubeó ni un segundo ante el anuncio de esta Superliga. Boris Johnson vive uno de sus mejores momentos gracias a la exitosa campaña de vacunación del Reino Unido y contragolpeó la creación del proyecto con la amenaza de crear una Luxury Tax para grabar a los clubes participantes y restringir la entrada de jugadores extranjeros en el Reino Unido. Paradójicamente, propuso utilizar las herramientas del Brexit para impedir que los equipos ingleses abandonasen las instituciones comunes europeas. Suena contradictorio, como mínimo.
11. Los jugadores también importan
Ya hemos hablado alguna vez en esta esquina de la importancia que podrían tener los jugadores de fútbol en la transformación para bien de este deporte si su autoconcepto cambiase de “estrellas” a “currantes”, que es lo que son (por muchos privilegios que tengan). Los jugadores ingleses actuaron con cierta unidad en este tema, incluso se llegó a celebrar una reunión entre los capitanes de los clubes para oponerse. Es evidente que el ritmo de partidos, si se llegase a celebrar la Superliga, sería prácticamente inasumible para ellos. Esta competición también atentaba contra sus derechos laborales. Poco de esto hemos visto en España, donde lo más reseñable han sido algunos likes de jugadores del Real Madrid a un post de Beckham en Instagram en contra del proyecto. Un silencio atronador, el de nuestro país, que se ha escuchado en todo el mundo. Somos un país agradecido, pero debemos de ser también un pueblo consecuente. Estaría bien empezar por lo más básico, perder el miedo a discrepar, a debatir y a ceder.
Puede que la Superliga no se lleve a cabo finalmente, no lo sabemos con certeza, pero sí que ha logrado situar el debate en el lugar que a los equipos más poderosos les interesa, como ‘víctimas’ de un sistema que se lucra de los ingresos que ellos generan y que los hace estar al borde de la bancarrota, una bancarrota a la que han llegado por sus propios medios. La UEFA cederá, porque la corrupción también impera en este organismo, que necesita de los ingresos de esos clubes para engrasar su máquina clientelar. Lo decía Miguel Quintana hace unos días: “No hay buenos ni malos, hay ricos y ricos”. La nueva Champions League no parece muy diferente de esta Superliga y Ceferín ha repartido prebendas entre los clubes dispuestos a dar un paso atrás. Incluso me pregunto si no le habremos hecho un favor a quién menos lo merece, siendo tan activos en esta guerra que no iba con nosotros.
Lo cierto es que ahora todos los equipos y competiciones intentarán hacernos ver que el fútbol es nuestro, de los aficionados, cuando -no nos engañemos- hace tiempo, desde la Ley Bosman y la conversión de los equipos de fútbol en Sociedades Anónimas Deportivas, que dejó de serlo. Las imágenes de estos días, con los aficionados yendo a una, deberían hacernos reflexionar. Nosotros nunca proponemos cosas, siempre estamos en contra de cosas, en contra del fútbol negocio, en contra de esta competición… y está bien, pero debemos plantearnos proponer soluciones, porque las hay. Equipos como Unionistas, gestionados por sus socios, están a punto de colarse en el fútbol profesional. Aspiremos a vivir tiempos nada interesantes o, al menos, a ser dueños de nuestro destino, que no es poco.