Un año, en la noche de Reyes, fui incapaz de dormir más de dos horas. En realidad eso me pasaba casi todos los días de Reyes esperando mis regalos, pero aquel año especialmente no fui capaz de pegar ojo. Daba vueltas por la cama sin descanso, tiraba de la sábana de un lado para otro y retorcía la almohada contra mi cara compulsivamente. A las cuatro de la madrugada, cuando ya no se escuchaban ruidos en el salón, me harté. «No puedo esperar más», me dije. Voy a levantarme a abrir mi regalo. Llegué al salón y empecé a apartar paquetes en busca de mi nombre. Cuando lo encontré, lo abrí como se abren los regalos de navidad, con ansiedad por comprobar si era lo que había pedido. Sí, lo era. Era el chándal del Deportivo. Precioso. Perfecto. Totalmente azul. Aquel año Joma había decidido bordar el escudo e inscribir el nombre del club en la espalda. No podía dejar de mirarlo. Me lo puse y regresé a la cama con él puesto. Entonces sí que ya pude dormir tranquilo.
Por aquel entonces, yo ansiaba tener la equipación temporada tras temporada. Cuando los equipos hacían los desfiles de presentación de sus camisetas para la nueva campaña, yo siempre bajaba a por el periódico al día siguiente para guardar los nuevos diseños. Al final del verano tenía mi propio álbum de equipaciones en una carpeta. Analizaba las novedades que traían y les lloraba a mis padres para comprar todas las camisetas que me enamoraban. Ellos me decían que solo podría comprarme una original y que debía escoger. Obviamente, yo escogía la de mi equipo. Tuve que conformarme con que el resto fuesen recuerdos de nuestras excursiones familiares a los mercadillos del norte de Portugal, donde mi padre negociaba paquetes de réplicas no originales y, en ocasiones, ni por asomo parecidas. Yo, con la ilusión de un niño, volvía igualmente contento con mis camisetas de Henry o Beckham, dando gracias porque al menos los nombres no tuviesen faltas de ortografía.
Con los años fui perdiendo la ilusión por aquella novedad constante en las equipaciones deportivas. Llegó un momento en que lo que me ilusionaba ya no era la novedad, sino la nostalgia de las camisetas pasadas. Esta nostalgia se ha convertido en algo generalizado en el mundo de la moda deportiva y es algo que aplaudo. De hecho, esos guiños al pasado probablemente ya existiesen en aquellas equipaciones de mi infancia aunque yo no fuese capaz de identificarlos. Walter Benjamin escribió acertadamente que “La moda tiene un olfato para lo actual, donde quiera que lo actual de señas de estar en la espesura de lo de antaño. La moda es un salto de tigre al pasado.” Podríamos definir entonces a la moda como el arte de convertir el pasado en presente y, a la vez, de imaginar el futuro.
Ha habido cosas muy interesantes en torno a esta ‘nostalgiación’ de la moda deportiva, como el auge que está teniendo la reventa de camisetas antiguas que han resistido el paso de los años con la aparición de páginas de stock masivo como Classicfootballshirts. Otras como Art of Football han convertido las camisetas más icónicas del pasado en Bucket Hats, dando a estas una segunda vida y Lyle and Scott x Lover’s FC han diseñado una de las mejores colecciones de jerseys que he visto jamás tomando como referentes equipaciones de los 90 de Alemania, Manchester City, Borussia o Fiorentina. La incorporación de los uniformes de los noventa a la actualidad ha sido tal que Nike ha inspirado el diseño de las terceras equipaciones de Barça o Paris St. Germain también en aquellos gloriosos años 90.
Marcas deportivas como Nike, precisamente, habían perdido la perspectiva en sus diseños de las últimas temporadas. Pretendiendo hacer diseños innovadores, se habían olvidado de que las camisetas de los clubes son representaciones que van más allá del propio deseo estético que generan, sino que deben mantener siempre un diálogo con el pasado. La última equipación del Dépor no triunfó porque no respetaba el pasado. Las rayas horizontales despojaban al equipo de algo imprescindible en el fútbol, la identidad. Tanto que, en la resurrección del club desde los fondos de la clasificación, se solicitó el cambio de camiseta a La Liga por una de rayas verticales, siendo usada en dos ocasiones que significaron dos victorias.
La moda debe ser coherente y más en el terreno deportivo. Romper puede ser un buen ejercicio de marketing, pero evolucionar es lo verdaderamente sostenible. La evolución representa el deseo de lo nuevo, pero recoge siempre la tradición de la comunidad deportiva a la que un diseño debe servir. Porque la camiseta de tu equipo siempre es más que la camiseta de tu equipo, a veces es la ilusión de un nuevo comienzo, a veces es el mejor regalo de Reyes, a veces es lo que te da identidad, lo que reconoces en el otro y te hace sentir menos solo, a veces es un contenedor de recuerdos de aquel año que casi fuimos campeones, del que bajamos a segunda o del que me propusieron ser padrino y siempre, siempre, es la bandera que uno porta orgulloso u orgullosa camino de su estadio o, simplemente, de la vida.