Tras una serie de carambolas en fase de grupos y un alto componente de fortuna, el Atalanta consiguió clasificarse por primera vez en su historia para los octavos de final de la Champions League –como segundo de grupo–, dejando fuera a Shakhtar y Dinamo de Zagreb. Siendo a priori uno de los equipos más flojos que pasó de ronda, sorprendió al mundo al lograr vencer 4-1 al Valencia en un partido frenético.
El bajo perfil de Atalanta o su plantilla sin grandes estrellas no deben confundirnos. El equipo lombardo lo lleva haciendo realmente bien en su competición doméstica, finalizando desde la temporada 16/17 –salvo la 17/18– en el top 4 de la Serie A. Del mismo modo está destacando en la Coppa Italia habiendo finalizado como subcampeón el año pasado y como semifinalista la temporada anterior.
La consistencia de este equipo no puede pasar desapercibida, ya que desde la llegada de Gian Piero Gasperini al banquillo ha hecho explotar el talento y la valentía de un equipo que nunca se deja nada en el tintero. Si los de Bérgamo encajan dos goles, son capaces de anotar tres. Por ello son el equipo más goleador –con diferencia– de la liga italiana. Sus atacantes son los jugadores con más renombre de la actual plantilla: Papu Gómez, Josip Ilicic, Duvan Zapata y Luis Muriel han anotado 45 de los 76 goles que la plantilla ha convertido hasta la fecha en todas las competiciones.
Gracias a su ataque en tromba con muchos efectivos, la presión alta e intensa y los espacios que dejan atrás, los partidos del conjunto del norte de Italia son siempre entretenidos y en muy pocas ocasiones acaban en empate a 0. Claro ejemplo de la mentalidad del Atalanta es el cambio que realizó su mánager ganando al Valencia por 4 a 1, ya que quitó a un defensa para introducir un nuevo delantero en el once.
Respecto al terreno de juego, existe una particularidad que hace un flaco favor al prestigio del club, y es que juegan sus partidos europeos como local en un campo que no es el suyo. El año pasado en Europa League jugaron en el estadio del Sassuolo, el MAPEI Stadium. El Estadio Atleti Azzurri d’Italia –o Gewiss Stadium–, feudo del Atalanta, no cumplía la normativa mínima para disputar competiciones europeas.
Este año, en Champions League y a pesar de una serie de reformas en sus propias instalaciones que ya permiten disputar partidos en su campo, el club decidió que jugaría la competición europea como local en el estadio de San Siro, en Milán. A pesar de las grandes críticas, incluso de algún integrante de la plantilla, el club entendía que los más de 80.000 asientos de capacidad de la casa de AC Milan e Inter –en comparación con los 23.000 con los que cuenta el Atalanta– suponían una magnífica oportunidad para los aficionados bergamascos, ya que la distancia hasta Milán es solo de 60 kilómetros. Además, una mejor infraestructura permite mayor cobertura mediática y, al fin y al cabo, más relevancia y repercusión a nivel mundial.
Este es un equipo sin medias tintas, en el que sólo vale dejarse todo en el campo. Ya le ganaron al Manchester City en fase de grupos y vienen de ganar en liga a la Roma, a la Fiorentina y de meterle 7 al Torino. Está claro que a cualquier equipo le pueden dar un susto, y no todos los clubes son capaces de aguantar el intercambio de golpes que los de Bérgamo plantean. Cada día, independientemente de cuál sea la sede donde se dispute el partido, el Atalanta deja entrever un poco más el lobo que hay bajo su piel de cordero.