Desde hace años la Copa del Rey era una competición que, hasta las rondas finales, carecía de interés. Un cruce entre un conjunto de Primera División contra otro de Segunda B tenía poco misterio, ya que casi siempre solía decantarse a favor del equipo a priori favorito. Los recientes cambios en el formato que ha introducido la Federación han revivido este trofeo y, sobre todo, las ganas de luchar por él.
Para un club modesto, jugar contra todo un ‘Primera’ es un honor y, a su vez, una responsabilidad. Además, para la localidad, es uno de los eventos deportivos del año y la afición se vuelca con sus jugadores. Los 11 elegidos salen al campo ese día a comerse el mundo, sin miedo a nada y con una motivación innata por tener delante a estrellas nacionales o mundiales, con la repercusión mediática que eso implica.
Pero de nada sirve un hipotético resultado favorable si queda un partido de vuelta en el feudo rival. No es fácil pasar de jugar en tu pequeño estadio, repleto hasta la bandera por tu gente, a hacerlo en un recinto deportivo con capacidad para 40.000 personas y en el que el equipo de la máxima categoría muchas veces gana por inercia. Doblegar a un rival que es –a todos los niveles– superior a ti durante 180 minutos es un acto heróico y complicadísimo de lograr.
Es por ello que cobra incluso más valor la gesta que realizó el C.D. Mirandés en 2012, cuando, liderados por su delantero (y director de sucursal bancaria) Pablo Infante, alcanzaron las semifinales del torneo nacional eliminando por el camino a escuadras de Primera División como el Racing de Santander y el RCD Espanyol.
Con el nuevo formato de Copa del Rey a partido único en el campo del equipo de inferior categoría hasta semifinales, se abre un nuevo panorama y un resquicio de esperanza para el fútbol más humilde. 90 minutos en los que convertir el estadio en un fortín fomentan que cualquiera se vea con opciones de dar la sorpresa. Y esto es lo que pasó ayer con la Cultural Leonesa, que derrotó a todo un Atlético de Madrid por 2-1 en una espectacular remontada que los de León culminaron en la prórroga. A pesar de que Simeone alineara un once de teóricos titulares –Joao Félix incluido–, la plantilla de ‘la Cultu’ hizo acopio del lema atlético y nunca dejó de creer.
A punto estuvo de hacer lo propio la UD Ibiza ante el FC Barcelona un día antes, pero vieron truncado su sueño con un gol de Antoine Griezmann en el tiempo de descuento que los apeó del torneo (1-2). Del mismo modo y durante un gran tramo del encuentro, los Unionistas de Salamanca se vieron con opciones de plantarle cara al Real Madrid, a pesar de que acabaran cayendo en el Municipal de Las Pistas por 1-3.
Indudablemente, los equipos de Segunda y Segunda B se ven capaces de todo con esta renovada Copa del Rey. Buen ejemplo de ello es que Zaragoza, Tenerife, Badajoz, Mirandés y Rayo han eliminado a clubes de Primera División en la reciente ronda de la competición.
Es importante destacar que aquí cada uno juega con sus armas. Un terreno de juego milimétricamente cortado y regado en el descanso no suele ser lo habitual, los banquillos calefactados son una utopía y los vestuarios no difieren mucho de los de un polideportivo municipal. Para un jugador acostumbrado a rodearse de todas las facilidades posibles, esto difiere bastante de su día a día, pero el fútbol se trata de demostrar la calidad en cualquier contexto.
Lo que antes era un torneo indiferente hasta las fases finales ahora es una magnífica oportunidad de hacer historia. El fútbol modesto cobra especial protagonismo y adquiere una relevancia que de otra manera no tendría. Ahora sí que es un premio recibir a un equipo de la máxima categoría, y las eliminatorias están mucho más abiertas desde el pitido inicial. Es por ello que brindamos por este nuevo formato que ha conseguido reactivar la pasión por una competición tan histórica como la Copa del Rey.
