“¿Cómo vas a ser vegano y, además, deportista profesional? Eso no es posible. Si no comes carne, huevos, leche o pescado no estarías siguiendo una dieta equilibrada”. Aunque ficticio, este enunciado podría ser (si no lo ha sido ya) la respuesta del español de a pie a la compatibilidad entre veganismo y deporte al más alto nivel. Y es que, es precisamente esta supuesta incompatibilidad, uno de los mitos alimenticios más extendidos aún en nuestros días. Sí, en 2020…
Cierto es que, a priori, no parece una fórmula sencilla de conjugar. Fundamentalmente porque, sin el seguimiento adecuado por parte de un especialista en nutrición, una alimentación vegana podría incluso ser perjudicial para la salud fruto de la falta de vitamina D, B12, hierro o calcio y, por ende, afectar al rendimiento del deportista. Sin embargo no es menos cierto que, con el asesoramiento oportuno, puede resultar muy beneficiosa. Así lo manifiestan seguidores de esta corriente como el seis veces campeón del mundo de Formula1 Lewis Hamilton o las tenistas Venus y Serena Williams, con 30 títulos de Grand Slam a sus espaldas, entre muchos otros. Su éxito está fuera de toda duda, lo que deja a las claras que el “matrimonio” entre dos mundos relativamente alejados como el veganismo y el deporte es hoy una realidad incuestionable.
Ya sea por convicción moral o simplemente por tratar de alcanzar un mejor estado de forma, el mundo del fútbol ha ido, poco a poco, sumándose a esta tendencia. A destacar los casos de Carlos Cuéllar, uno de los primeros futbolistas españoles que reconoció abiertamente seguir una dieta vegana, Héctor Bellerín, lateral diestro del Arsenal, o Denis Suárez, quien actualmente milita en las filas del Celta de Vigo.
Un pasito más allá
No solo de futbolistas va el juego. La filosofía veggie ha calado tan hondo en el entorno del balompié que, en 2017, la Vegan Society reconoció al Forest Green Rovers, de la League Two inglesa, equivalente a la cuarta división del fútbol español, como el primer equipo de fútbol vegano. Por si esto fuera poco, la FIFA le otorgó poco después el título de “club más verde del mundo” por su compromiso con el cuidado del medio ambiente. Vegano y eco friendly, a pesar de sus escasos triunfos sobre el césped, el Forest Green se ha convertido en el orgullo del pequeño condado de Gloucestershire. El novio que toda madre quiere para su hija, vamos.
Aunque la historia del Forest Green Rovers arranca en 1889, no fue hasta 2010 cuando, fruto de una crisis económica que a punto estuvo de costar su desaparición, el club fue adquirido por el empresario inglés Dale Vince, propietario de la compañía eléctrica Ecotricity. Comenzó entonces la metamorfosis que le ha convertido en uno de los clubes más pintorescos del planeta. El primer paso fue la instalación de paneles solares en el techo del estadio. Acto seguido se optó por la reutilización del agua empleada para el riego y por la retirada de productos tan contaminantes como los herbicidas, pesticidas e insecticidas que utilizan la inmensa mayoría de equipos profesionales para el cuidado del césped.
Un año después, la plantilla adoptaría una dieta 100% vegana y de producción local. Los fans tampoco se han “ido de rositas”, y es que los clásicos perritos y hamburguesas que amenizan tardes de pseudofútbol poco brillante en las categorías más bajas también han sido retirados de la cantina, dando paso a alimentos mucho más saludables como ensaladas y fajitas vegetales. La guinda del pastel, por seguir con el símil alimenticio, data de principios de la presente campaña: la elaboración de su equipación oficial para la temporada 19-20 a partir de bambú.