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El fútbol germano no se vende

Publicado: 13 / 03
Categoría: Fútbol

El fútbol germano no se vende

Publicado: 13 / 03
Categoría: Fútbol

Antes del aterrizaje forzoso del temido Coronavirus, de la compra compulsiva de papel higiénico, del teletrabajo, la histeria colectiva y el #yomequedoencasa, cuando todavía se hablaba de otra cosa, el fútbol alemán cobró una importancia inusitada en la agenda informativa patria. Poco importaba el líder del campeonato, su máximo artillero, el meta menos goleado o los precios populares que lo caracterizan. Minucias. Lo verdaderamente importante era que dos equipos, ajenos a la indiosincrasia germana y al sentir mayoritario de la afición, habían dado una supuesta lección a sus fans, casi al mundo entero, al no disputar los últimos compases de un encuentro ya decidido por lo abultado del electrónico. Polémica. Carnaza que llevarse a la boca. Algo muy característico del panorama mediático español, por cierto. 

Para no hacer el cuento largo, aunque este fin de semana de (bendita) reclusión social el lector tenga más tiempo para detenerse en esta pieza, y que todos nos pongamos en situación, los aficionados del Bayern de Múnich (o Bayern München para los eruditos) atacaron sin tapujos, pancarta mediante, a Dietmar Hopp, multimillonario, cofundador de la empresa de software SAP, presidente y propietario caciquil del TSG 1899 Hoffenheim. “Dietmar Hopp, hijo de puta”. ¿Para qué andarse con rodeos, no? El caso es que nuestro amigo Hopp, con toda probabilidad el hombre más odiado de la Bundesliga en estos momentos, se empeñó en convertir al Hoffenheim en un grande de Alemania. ¿Esfuerzo, constancia y dedicación? ¿Pa´ qué? Como diría C. Tangana, “tirando billetes de 100”. De la cuarta división a la élite en apenas diez años. 

Recapitulemos. “Dietmar Hopp, hijo de puta”. ¿A qué responde esta acción? En una palabra: autodefensa. Y es que, en los últimos tiempos, la cultura futbolística alemana se ha visto amenazada por la pesada losa de dinero y los accionistas mayoritarios que, como pirañas, ansían más y más poder dentro de los clubes. Hablamos del virus de las sociedades anónimas deportivas, que ha asolado ya la mayor parte de las grandes ligas en el viejo continente y que ve en Alemania el último bastión de resistencia. Frente al poderoso caballero, la organización popular en torno al 50+1. Esta doctrina, en resumidas cuentas, impide que cualquier magnate con demasiado tiempo libre elija a dedo el club que quiere convertir en su juguete particular y, como si del Mr Marshall de Berlanga se tratase, arribe en una ciudad X, convirtiéndose en dueño y señor del feudo. Propiedad comunitaria y cultura democrática frente a la tiranía del capital.

El resultado final, y no me refiero al del encuentro, fue una persecución sin precedentes a la cultura de grada en Alemania. Sin plantearse siquiera el porqué de lo ocurrido, desde los mass media rápidamente se optó por empoderar la actitud de los futbolistas ante el comportamiento incívico de sus seguidores. ¿Habría ocurrido lo mismo ante insultos racistas u homófobos? La hemeroteca demuestra que no. En esa tesitura, lo cierto es que nos encontramos ante una actitud poco menos que servil para con su amo. El pez gordo no necesita ayuda. Sí el chico. Aunque ya se sabe, no se muerde la mano que te da de comer…

Frente al acoso mediático, las aficiones han demostrado una vez más que la solidaridad es la ternura de los pueblos. Aparcando sus diferencias, hinchas de todo el país han mostrado su apoyo a los utras del Bayern. No querían pancartas en el PreZero Arena. No hay problema, que estas se diseminen por todos y cada uno de los estadios de la liga. Un jaque al rey y un capítulo más en el pulso, que ya viene de lejos, entre los hinchas y la DFB (Federación Alemana de Fútbol).