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Dab is dead (until Pogba shows up)

Publicado: 02 / 07
Categoría: Fútbol
Autor: Luis Gamón

Dab is dead (until Pogba shows up)

Publicado: 02 / 07
Categoría: Fútbol
Autor: Luis Gamón

Hoy he visto a dos niños hacer el dab. Así, sin anestesia. Uno lo ha hecho con el entusiasmo de quien aún cree que está inventando algo; el otro, más tímido, como si repitiera un gesto que alguna vez fue importante pero ya no recuerda por qué. Me he quedado mirando la escena como un mensaje cifrado, como si hubiese querido avisarme de algo. Y lo era porque horas después, al abrir Twitter, lo entendí todo.

Ha vuelto Pogba.

Se me ha encogido el pecho como cuando escuchas de casualidad una canción que te acompañó en una época tonta y feliz y te das cuenta de aque aún te la sabes entera. Pogba es eso: memoria emocional. Un fútbol que parecía haber desaparecido. Uno más libre, más estiloso, más personal.

Porque Paul Pogba no era solo un centrocampista. Era el futbolista que convirtió el vestuario en su backstage, el que rompió la cuarta pared entre el terreno de juego y la cultura. Fue de los primeros en salir en fotos con raperos antes de que se convirtiese en una estrategia de marketing. En llevar peinados que parecían sacados de un desfile de Rick Owens. En tener botas diseñadas como si fueran zapatillas de edición limitada. Pogba hizo todo eso antes de que el mundo del fútbol se diese cuenta de que eso también era negocio, antes de que Louis Vuitton fichase a Bellingham u Off-White vistiese al AC Milan.

Las colaboraciones entre jugadores y marcas, las campañas con artistas, la estética como forma de expresión… todo eso – dentro del fútbol – tiene algo de Pogba. No se lo copió de nadie. Se lo inventó sin pedir permiso, porque su estilo no venía del algoritmo, sino de él mismo. Y eso, ahora, parece ciencia ficción.

El dab – sí, el dichoso dab – sólo le quedaba bien a él. Yo lo intenté, claro. Todos lo intentamos. En casa, en el recreo, en la cámara frontal del iPad. Pero no. A mí me quedaba como si tuviese una contractura. Él, en cambio, lo convirtió en algo pop. Como un sello personal. Como si al marcar un gol estuviese lanzando una firma al aire. Nadie más ha podido hacer que algo tan absurdo funcionase como una celebración oficial.

Desde que se fue, el fútbol ha cambiado. Más serio, más técnico, más «intenso». El mediocentro actual no baila: gestiona cargas, optimiza metros, habla de «sistemas híbridos» como si fuese director de operaciones de una start-up. Echo de menos cuando un jugador se permitía hacer una ruleta en medio del campo. Cuando la frivolidad no era un pecado. Cuando el carisma era una herramienta, y no un problema.

No sé cuánto le durará la rodilla, ni si será titular, ni si dentro de un mes estará otra vez en el banquillo haciendo bromas mientras se ajusta la diadema. Pero no importa: está. Ha vuelto. Y con él vuelve algo que creíamos olvidado. Esa época en la que el fútbol también era una declaración de estilo, un guiño al público, una pequeña performance.

Pogba no era perfecto, pero sí era especial. Y de eso, últimamente, andábamos escasos.