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Románticos y trasnochados: la última trinchera del deporte rey

Publicado: 20 / 11
Categoría: Fútbol

Románticos y trasnochados: la última trinchera del deporte rey

Publicado: 20 / 11
Categoría: Fútbol

A pesar de que el fútbol nace en la Inglaterra de mediados del siglo XIX vinculado a las élites económicas y culturales de Cambridge, Eton y Harrow, pronto pasaría a ser el deporte por antonomasia de la recién bautizada working class. En la lengua de Cervantes -que me disculpen si el apunte resulta innecesario- hablaríamos de “clase obrera”. Desde las altas esferas se creía que la práctica deportiva, y en concreto el balompié, serviviría para alejar a los trabajadores fabriles de los pubs y los malos hábitos nocturnos, mejorando así su productividad a la mañana siguiente. Nadie era capaz de imaginar entonces la trascendencia histórica de esta decisión.

Fruto de los escasos recursos que resultan necesarios para su práctica a nivel amateur (una pelota, un espacio relativamente amplio y unos postes que hagan las veces de porterías) y, por que no decirlo, esa dosis de adrenalina que que nos auto inoculamos al festejar un tanto, el fútbol fue rápidamente absorbido por el proletariado. Hoy en día es posible que a esta conquista se la catalogase de apropiación cultural, pero en aquellos tiempos no era necesario sacarle punta a todo. What a time to be alive! 

Llegados a este punto y sin intención de desviar demasiado la atención, veo necesario realizar un aparte. Unas líneas al margen de la tónica general del artículo. Que levante la mano quien no haya disfrutado en su niñez pateando una lata de refresco hasta superar al portero, enfrascado este en proteger una meta formada por dos chaquetas tiradas en el suelo y una buena dosis de imaginación. Es este un pequeño homenaje a esos héroes anónimos que cada tarde se desprendían de sus prendas de abrigo, poniéndolas al servicio de una causa mayor: la construcción de la portería. Y es que este valeroso acto suponía, en el mejor de los casos, una dura reprimenda al regresar a casa. En el peor, mamá estaría esperando, zapatilla en mano y lista para la acción. “¿Y ahora qué hago yo con esta mancha?”. Tocaba agachar la cabeza y soportar la furia de la hidra de Lerna. A más de uno esta tierna escena le traerá gratos recuerdos. A otros quizá no tantos…

 

Lenders - Románticos y trasnochados: la última trinchera del deporte rey_

 

Volvemos al tema que nos compete. Más adelante, el llamado “deporte rey” se ganaría su apelativo al convertirse en un fenómeno de masas. Esto es, practicado por todos (pero ojo, no todas, aunque esa sea otra batalla que aún hoy en día está en ciernes). Desde el obrero fabril nacido en Manchester y protagonista de innumerables protestas en el fragor de la batalla por sus derechos sociales y laborales, al burgués heredero y explotador que reside, al menos en lo que a ideología se refiere, en los aledaños del Buckingham Palace. De Inglaterra al mundo. Quien más y quien menos, todo el planeta se ha divertido dándole patadas a un balón.

En los últimos años, sin embargo, el mundo del deporte ha dado un giro de 180 grados. El capitalismo voraz se ha adueñado de todo bajo la falsa premisa de la profesionalización. Así comienza a generarse la burbuja, que acabará por estallar en la cara de algún señor con traje italiano. La elegante vestimenta, eso sí, le brindará la posibilidad de limpiarse con su corbata de seda. Contratos millonarios, pendientes, tatuajes y peinados a la última moda (¿dónde quedan ya los bigotes frondosos y el vello salvaje en las pantorrillas?) dan la puntilla esta metamorfosis invertida. De mariposa a larva y no al revés. Si Kafka levantase la cabeza… 

El fútbol ha pasado de formar parte de la cultura popular, como tradición dominical al margen de la misa de 12 y los toros, a convertirse en un negocio diseñado por y para “los de arriba”. ¿O acaso es una coincidencia que el mismo que se llena los bolsillos de lunes a viernes en el consejo de administración de una gran empresa ocupe el palco VIP del estadio de turno el fin de semana? Y, para más inri, gin-tonic en mano. ¡Otra batalla perdida por “los de abajo”…

 

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